SRito cristiano de San Andrés
(San Marcos 8:34) Jesús dijo:
"Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame".

El Cristo Interior
Nuestra cultura occidental ha sido la heredera de muchas formas de pensamiento y filosofías diferentes a lo largo de las épocas. A veces, han repercutido en nuestro sistema de creencias, en nuestra manera de concebir nuestra fe, en el como comprendemos la realidad, como vemos el mundo, como nos percibimos y como nos relacionamos con Dios.
Se podría decir que la concepción materialista aristotélica nos “enseña” que todo lo que aprendemos proviene del mundo sensible hacia nuestros órganos sensoriales y que nuestra mente “está en blanco” cuando nacemos, pero respondemos positivamente ante la lógica. Por otro lado, el pensamiento platónico nos “enseña” que existe un mundo ideal, perfecto y puro, pero que no es posible alcanzarlo dadas las “imperfecciones del hombre”, siendo inalcanzable. Finalmente, la tradición judeocristiana nos “enseña” que venimos al mundo con el “pecado original”, con un defecto, una mácula que nos aleja de antemano del principio divino (cabe destacar que dicho pecado está asociado a la adquisición de cierto conocimiento). En conclusión, podríamos simplificar el pensamiento occidental en 3 posibles opciones:
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nacemos con la mente en blanco y la vamos rellenando con información externa,
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existe un mundo ideal pero estamos imposibilitados de comprenderlo,
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nacemos con algo negativo que debemos purificar.
Por lo tanto, tratar de comprender la máxima sapiencia del oriente resulta muy difícil de digerir para nuestra mentalidad occidental, y esta es muy simple: “nacemos con información positiva, ideal y pura que nos conecta directamente con el principio divino”, ya que dicho conocimiento proviene del mismo principio divino y, lejos de “castigarnos”, nos invita a conocerlo, pues este conocimiento es “comprensible” y accesible al hombre. Este planteamiento rompe prácticamente con todo el pensamiento occidental y con todo lo “enseñado” en nuestra cultura.
Sin embargo, esto no siempre ha sido así y han existido otros puntos de vista, profundamente occidentales, que han sido vetados a lo largo de las épocas. En este sentido, quisiera hablar del verdadero esoterismo cristiano. Este nos enseña que: “Cristo vive dentro de cada uno de nosotros”, solo debemos reconocerlo, debemos hacer resurgir nuestro “Cristo interior”. Reconocer al Cristo interno es romper en sí mismo con las 3 limitantes antes expuestas:
1) nuestra mente no está en blanco, de hecho, todos nacemos con el Cristo interior,
2) el mundo ideal está contenido en nuestro interior y tenemos acceso a él mediante el Cristo interno,
3) nacemos con el pecado original, pero también con el Cristo interno, debemos purificarnos (corrigiendo el pecado) y encontrarnos con nuestra esencia (Cristo interno).
Además, coincidimos con la sapiencia oriental, pues el Cristo interior o “chispa de divinidad” es parte y reflejo de Dios en nosotros (Emmanuel). Encontrarnos con él es parte de su plan, parte de su deseo y estamos invitados a ello. Dios quiere que nos reencontremos, y la mejor manera de hacerlo es mediante el Cristo, aquel que habita en el interior de cada uno de nosotros.
Ahora bien, ¿Cómo podemos realizar tal encuentro? Según el RSA, esta pregunta se responde por el trabajo crístico en cuatro etapas, a saber: 1° el DESEO (Encontrar la Palabra), 2° el SERVICIO (Resguardar la Palabra), 3° la MISIÓN (Defender la Palabra) y 4° el CRISTO INTERIOR (Promulgar la Palabra).
1° El Deseo: el hombre común (profano y/o religioso) se plantea una crisis, ya el mundo ordinario no le satisface y siente que nada de lo que éste le brinda pueda saciar su sed. Esto es así porque la sed que el individuo tiene es espiritual, el mundo que le rodea es como un desierto, desolado, es “la voz que clama en el desierto”. El individuo no estará satisfecho hasta que “nazca de nuevo”, pero esta vez del espíritu, solo así podrá encontrarse en un nuevo mundo, un mundo donde podrá saciar su sed espiritual, podrá beber de la Palabra Sagrada, pues el iniciado habrá ENCONTRADO el verbo divino.
2° El Servicio: una vez ya nacido del espíritu, el iniciado debe adecuarse en cuerpo, alma y espíritu ante su nuevo mundo, debe dar armonía a sus acciones, palabras, pensamientos, sentimientos y amor, tanto en lo mas íntimo de su ser como en sus expresiones más externas, es de esta manera que debe “prestar servicio”, tanto al cielo como a la tierra, a los hombres, a sus iguales y hermanos. Sin embargo, para el RSA este servicio debe ser anónimo, desinteresado y preferiblemente universal. La oración es de gran importancia, pero también debemos RESGUARDAR el verbo divino dentro de lo más profundo de nuestro corazón.
3° La Misión: el iniciado vive cabalmente como un servidor de Dios ante los hombres y el mundo, solo así es como podrá encontrar su “misión crística” (dentro de su corazón). La misión crística es nuestra misión de vida, es nuestra verdadera función y es nuestra razón de ser y de existir, es única y particular en cada iniciado, además, cada quien debe descubrirla por sí mismo. Cada ser humano es una “oportunidad de Dios” en este mundo y en esta vida, esa es la gran virtud que posee el hombre, es un valioso don que debemos DEFENDER, es el verbo divino puesto en acción, es acción creadora y restauradora del mundo y de los hombres.
4° El Cristo Interior: todos poseemos el Cristo Interno, es nuestra verdadera esencia, nuestro verdadero ser, pero solo aquel que “nazca del espíritu”, “ame a su prójimo como a sí mismo” y realice su “misión crística” podrá ser llamado “el Hijo de Dios” y será por lo tanto, bienvenido en el seno del Padre, siendo uno con Él mismo, pues este es el gran misterio de la Santísima Trinidad. “Padre-Hijo-Espíritu Santo son un mismo Dios”, estamos llamados a reencontrarnos con nuestro Padre y volver a ser uno con Él, pues Él lo es todo. “En el principio era el Verbo…” debemos por tanto PROMULGAR el verbo divino.
No estamos solos en este camino, “Dios está en nosotros” y el Espíritu Santo nos guía a través de nuestra intuición. Estamos colmados con: la Sed del Deseo, el Amor al Servicio, la Virtud para cumplir nuestra Misión y finalmente, Poseemos el Cristo Interior. Simplemente es lo más valioso y sagrado, ¿Cuántos ángeles quisieran tener esa “chispa divina” dentro de su interior?, ¿Cuántos seres quisieran tener el don de la creación, del verbo?, solo nosotros lo tenemos, es nuestro más grande tesoro y nuestra verdadera identidad. ¡Encontrémosla, Resguardémosla, Defendámosla y Promulguémosla!
