top of page

Santa Cruz de la Virgen de Coromoto

 

La Fe para el RSA

 

“Gloria a Dios en las alturas…

 

          Desde hace un tiempo, nos hemos topado con la palabra Fe en el ámbito cristiano; de hecho, pareciera no tener mayor cabida que en dicho contexto, pues a decir verdad, las demás formas tradicionales ofrecen otros conceptos, más acordes con su cosmogonía y con su simbolismo tradicional. Lamentablemente, la acepción más ampliamente extendida entre los cristianos, que a todas luces son los principales “dolientes”, es la acepción más exotérica posible. La fe ha sido secuestrada por la incomprensión religiosa que se ha generado (o degenerado) del cristianismo primitivo, hasta el punto de convertirla en una suerte de “creencia sin argumentos”. A lo que simplemente respondemos con un silencio, pues no merece otra cosa que nuestra indiferencia. Sin embargo, no subestimamos para nada las terribles repercusiones que dicha incomprensión ha dejado en nuestra cultura occidental: medieval, moderna y contemporánea. No exageraríamos al denunciar que buena parte de la actitud pasiva de los profanos, tanto científicos como religiosos, se debe a esta triste incomprensión.  

 

          Para ilustrar mejor lo alejado que se encuentra el punto de vista profano de la verdadera noción tradicional, vamos a citar el concepto de fe definido según el Tao: “La fe es poder igualar el corazón del hombre al corazón de Dios”. Al principio pudiera sonar bastante fuerte e incluso bastante confuso; sin embargo, resume muy bien toda la carga simbólica que cada cristiano debería reflexionar cuando evoca su fe. En este sentido, aprovechamos para diferenciar una confusión bastante común, y es el hecho de considerar la fe como un concepto contrapuesto al conocimiento, entendiéndose como ideas opuestas e irreconciliables. Cuando en verdad, y dada la naturaleza real de las cosas, el conocimiento se pudiera comprender como un subconjunto de la fe o una exteriorización de la misma, obviamente cuando dicha exteriorización se pueda dar sin deformar la realidad de orden sutil que la fe contenga. Por lo tanto, la fe comprende tanto realidades expresables como realidades inexpresables, lo cual no significa que no puedan ser comprendidas.

 

          Habíamos mencionado la definición que de la fe se tiene en las escuelas tradicionales del antiguo oriente y quisiéramos resaltar la importancia que se le da al hermoso simbolismo del corazón, que efectivamente se puede “igualar” a Dios, pues es “el puente”, “la puerta”, “el camino”, es en esencia parte del Sí Mismo, Verdadero Yo o simplemente El Ser. En el occidente, el simbolismo del corazón no es ajeno y de hecho posee las mismas cualidades que en el Oriente. Retomando nuestro tema central, podemos citar una frase bastante conocida: “La certeza del corazón”. Cuando hablamos de la certeza del corazón hacemos alusión a la “Gnosis”, aquel conocimiento no-aprendido, el cual reside en el interior de cada uno de nosotros. Efectivamente, el corazón puede conectarse con la Verdad Una y darnos una respuesta precisa y contundente a una determinada interrogante que nos hayamos hecho, preferiblemente de índole tradicional, aunque tampoco se descarta el hecho de poder dar respuesta satisfactoria a interrogantes banales, pues “quien puede lo más puede lo menos”. 

 

          Cabe destacar que dicha respuesta que proviene del Sí Mismo, se diferencia notoriamente de las respuestas “mentales”, “lógicas” y provenientes de la individualidad, debido a que esta deja tres (3) sensaciones que marcan el alma del individuo, a saber: 1.- la sensación de Recuerdo, de hecho, recuerdo proviene de Re-Cordis, volver a traer al corazón, y no es otra cosa que sentir que dicho conocimiento ya se poseía, lo cual es doctrinalmente cierto, puesto que el Verdadero Ser es eterno, no posee origen ni fin, es anterior a todo y lo sabe todo antes de que ocurran los fenómenos. 2.- la sensación de Paz, en este sentido, el individuo sentirá una suerte de paz interior, esto es así debido a que el corazón efectivamente puede saciar la sed del alma, otorgándole una respuesta plena y satisfactoria. 3.- la sensación de Sobrecogimiento, por lo tanto, el individuo percibirá al mundo como un lugar más pequeño, más acogedor, más íntimo, logró comprender parcialmente (o plenamente) la “Rueda del Mundo” y así dio un paso más hacia el centro de la circunferencia. Estas tres sensaciones están profundamente emparentadas con las tres cualidades divinas, a esencia: 1.- Omnisciencia (todo lo sabe), 2.- Omnipotencia (todo lo puede) y 3.- Omnipresencia (está en todas partes), respectivamente. Es precisamente la Fe que activa estas tres sensaciones o cualidades divinas en el hombre, otorgándole la sensación de Recuerdo, de Paz y de Sobrecogimiento.

 

          Pudiéramos simplificar que la Gnosis de las escuelas Pitagóricas es la misma Fe de los cristianos primitivos y que la Intuición en los primeros es el Espíritu Santo en los segundos. “No puede haber fe sin intervención del Espíritu Santo así como tampoco puede haber Gnosis sin intuición”. Del mismo modo, es el Espíritu Santo el intermediario entre Dios y el Hombre, y es la Fe la que aumenta hasta hacernos merecedor del Reino de los Cielos. Es en este orden de ideas que podemos comprender que la fe es de carácter vivencial, concierne a aquellas verdades que re-descubrimos en el seno de nuestro verdadero ser (el Cristo) sin recurrir a la mentalidad lógica y profana. Esto no quiere decir que la fe es irracional o que es absurda, todo lo contrario, es más profunda y cierta (Omnisciencia) que el conocimiento externo, experimental y racional. Así como la intuición (Abel) está por encima de la razón (Caín), así mismo, lo está la fe (Recordemos que la Fe mediante el Espíritu Santo otorgó el Don de Lenguas a los Apóstoles y María en Pentecostés).

 

          Continuando con nuestro enunciado, aseveramos que la fe nos brinda paz, pues en este instante la individualidad se hace a un lado y deja espacio al verdadero ser, nuestra esencia crística, en este momento ya no hay temor, ya no hay necesidad de reconocimiento ni de aprobación, todo se puede, pues Él lo puede todo. Es solo así como a través de la segunda cualidad divina (Omnipotencia) ocurren los milagros de la fe. Finalmente, la fe nos retrotrae con nuestra esencia, pues somos parte de ella y estamos en ella (Omnipresencia), nos ayuda a superar la ilusión de la dualidad, nos salva y nos libera. A primera vista pudiera confundirse la fe esotérica con la fe religiosa, pero en el fondo de las cosas es solo una apariencia, pues la primera es activa y de-veladora, mientras que la segunda es pasiva y supersticiosa.  

 

          No podemos dejar de largo una gran diferencia que el cristianismo primitivo tuvo con respecto a la Gnosis grecorromana, es decir, la sutil y notable diferencia entre la Fe versus el Conocimiento (Gnosis). En este orden de ideas, ya los helenos tenían bien claro el rol de la Gnosis como símbolo en el proceso de identificación que el iniciado debe alcanzar con el verdadero Ser; pero el conocimiento mal entendido puede traer un terrible inconveniente, la falsa erudición, la vanidad y la exaltación del ego por medio de la arrogancia. Jesucristo ya conocía este posible vicio derivado de la deformación del “intelecto” y por ello habló de la Fe a los apóstoles y estos lo dejaron claro en las sagradas escrituras. La Fe nos conecta con el Dios Uno, nos hace comprender y nos hace todopoderosos, pero sin exaltar el ego, sin vanagloriar la individualidad, sino todo lo contrario, negándola, aminorándola y olvidándola; es solo así como se alcanza la verdadera Fe. “Ahora bien, la fe es la certeza (sustancia) de lo que se espera, la convicción (demostración) de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). “Le pido que, por medio del Espíritu y con el poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo de su ser, para que por fe Cristo habite en sus corazones…” (Efesios 3:16-17). “La fe es una obra del Espíritu de Dios” (Gálatas 5:22-23). “Así que la fe viene por el oír, y oír, la palabra de Dios” (Romanos 10:17). Dios no teme ser conocido, al contrario, nos invita a conocerlo y a amarlo, es un proceso de doble identificación, por medio del conocimiento y por medio del amor, ambos se fusionan en una sola palabra: Fe.

 

 

… y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres.”

 

Bartolomé, año 64 de la nueva luz.

© 2023 by The Book Lover. Proudly created with Wix.com

  • Facebook B&W
  • Twitter B&W
  • Google+ B&W
bottom of page